Querido hijo:
Te escribo lentamente porque se que no puedes leer deprisa. Si recibes esta carta es porque te llego, sino avísame y te la mando de nuevo.
No vas a reconocer la casa cuando vengas, porque nos mudamos.
La nueva casa tiene una lavadora que no funciona bien; la semana pasada puse cuatro camisas, tire de la cadena y todavía no las he vuelto a ver.
A tu tía Carmen le pasa al revés que a mí; cuando toma café no puede dormir, y yo cuando duermo no puedo tomar café.
Finalmente enterramos a tu abuelo; encontramos el cadáver ahora, con todo esto de la mudanza, estaba en el armario desde ese día en que ganó jugando al escondite.
Hoy tu hermana Julieta tuvo un hijo, pero como todavía no se si es nena o nene, no se si llamarte tía o tío.
Tu hermano José cerró el auto con seguro y dejó las llaves dentro; tuvo que volver a casa para buscar el duplicado y poder así sacarnos a todos.
El clima no es tan malo; la semana pasada solo llovió dos veces, la primera vez por tres días y la segunda vez por cuatro días.
La chaqueta que querías, tu tío Pepe dijo que si la mandábamos con los botones puestos pesaría demasiado y el envío sería muy costoso, así que le quitamos los botones y los pusimos en el bolsillo.
Todos te extrañamos mucho, pero mucho más desde que te fuiste; tienes que escribirnos contando como te va con tu novia extranjera; no sabes como nos pusimos de contentos cuando nos enteramos que estabas en cama con hepatitis, ¿es acaso griega? pues no nos lo aclaraste aun.
Esta carta te la mando con Juanelo, que va mañana por ahí. A propósito ¿puedes buscarlo por el aeropuerto?
Bueno hijo no escribo el remitente, porque no se la dirección nueva, la ultima familia gallega que vivió en esta casa se llevó los números para no tener que cambiar la dirección.
Tu madre que te ama, YO
PD: Te iba a mandar cien pesetas, pero ya cerré el sobre.
miércoles, 26 de agosto de 2009
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